El nihilismo o la pérdida del sentido vital en la sociedad occidental.

El nihilismo de la sociedad occidental y el miedo a la libertad instalado en las personas como elementos clave de la extendida sensación de pérdida del sentido vital.


Edward Hooper. Hotel Room. 1931.
¿Qué es la vida? Sin ponernos místicos ni pedantemente poéticos diríamos que es el tiempo comprendido entre el nacimiento y la muerte. Eso es todo, ni más ni menos. Evidentemente en ese espacio caben muchísimas cosas, experiencias de todo tipo, desde el más intenso drama hasta la más plomiza monotonía, pero finalmente lo que cuenta es el tiempo que la suerte, los dioses o la naturaleza nos permitan estar en el mundo.

Qué hacer con nuestro tiempo es algo que raramente nos planteamos, inmersos como estamos en las decisiones y responsabilidades diarias. Miles de minúsculas e insignificantes encrucijadas ocupan nuestra atención, consumen nuestra energía, alteran nuestros nervios. Vivimos arrastrados por una corriente de convenciones sociales y metas externas que convertimos en propias sin saber muy bien por qué. Y nos dejamos llevar casi siempre, porque se vive cómodamente a la deriva, porque frenar y decidir qué es lo que verdaderamente queremos para dotar de sentido nuestras vidas supone despertar en una realidad inhóspita y dominante, que nos impone innumerables cadenas.


Frecuentemente preferimos seguir las reglas del juego establecido con la esperanza de obtener cierta satisfacción del éxito que el azar tenga a bien procurarnos. Aceptamos los objetivos sociales como los propios, llegamos a confundirlos y valoramos el estado de nuestra vida a partir de unos criterios ajenos. Estudiamos, trabajamos, consumimos, salimos, formamos una familia, nos hipotecamos...pero no resulta suficiente para muchos, cada vez más según ciertos organismos oficiales que periódicamente nos recuerdan las cifras crecientes de la infelicidad y del consumo de antidepresivos. Y este es un aspecto más de la paradoja, porque en lugar de tomar la insatisfacción vital como un indicio de que nuestro proyecto de vida no va por buen camino, la cultura occidental ha terminado por bloquear esta opción hacia la libertad medicalizando la tristeza saludable, es decir, convirtiendo en enfermedad lo que en algunos casos no es más que la evidencia del hastío existencial, de la pérdida de sentido en el transcurso de nuestro limitado tiempo.

Usted tiene todo lo que supuestamente se ha de tener, pero aun así se siente melancólico y no puede sacudirse esa incómoda sensación. El mercado pone a su disposición un remedio encapsulado contra su mal, consúmalo, es todo cuestión de bioquímica, y olvídese. Esta es la solución mayoritaria, la institucionalizada y socialmente aceptada, porque quien decide saltar de la cinta que nos transporta, dar un giro y lanzarse a conquistar su libertad suele ser inmediatamente señalado, tildado de excéntrico o loco. Y es que lamentablemente hemos perdido el gusto por la aventura, mejor dicho, hemos desarrollado un apacible miedo a la libertad que termina por convertirse en comodidad insana.

Javier de la Isla.


No hay comentarios:

Deja un comentario Tu opinión interesa

Comentarios sujetos a criterios de moderación.