El poder político del fundamentalismo religioso en Estado Unidos.

El peso político del fundamentalismo religioso en Estados Unidos crece desde los años 90. Fenómenos conocidos como la notable injerencia de los creacionistas en las políticas educativas y hasta en la investigación científica cobran sentido a la luz del retrato de una parte del electorado americano. Detrás de algunas medidas implementadas por el equipo de George W. Bush, algunos ven la presencia de ultraortodoxos protestantes en las filas republicanas. 



El diccionario on-line de la Real Academia Española de la Lengua ofrece tres acepciones para la entrada "fundamentalismo". La primera se refiere al conocido movimiento político-religioso de corte islamista cuya merecida reputación de amenaza para la paz mundial deriva de acontecimientos tan horribles como los atentados contra el World Trade Center en 2001 o el ataque yihadista que sufrió Madrid el 11 de Marzo de 2004. La segunda, en cambio, conecta directamente con el tema de este artículo, al definir el fundamentalismo como una "creencia religiosa basada en una interpretación literal de la Biblia, surgida en Norteamérica en coincidencia con la Primera Guerra Mundial". Tanto en un caso como en otro, el fenómeno fundamentalista consiste en la existencia de grupos comprometidos en la defensa de una determinada ideología, entendida como una visión religiosa del mundo con implicaciones políticas, que todo los demás deberían asumir, ya sean éstos creyentes de otras confesiones, agnósticos o ateos.

En la encuesta Gallup de Marzo de 2012 (1) sobre el comportamiento religioso en USA se observa que, aunque el número de no creyentes sigue en aumento, el 40 % de los americanos se clasifica como "muy religiosos". Esta categoría se define como "individuos para los que la religión es un elemento importante de su vida diaria, de modo que asisten a oficios religiosos cada semana o casi cada semana". Si atendemos a la clasificación por estados, tal y como se muestra en el mapa, Mississippi es el territorio más creyente del país con un 59 % de ciudadanos "muy religiosos".


La mayoría de los estados, pintados de verde-medio, estarían en la media de religiosidad nacional, lo cual supone alrededor de un 40 % de habitantes "muy religiosos". El resto, 12 estados entre los que se incluyen New York y Washington, están por debajo de esta media nacional de habitantes muy religiosos, siendo Vermont y New Hampshire los menos devotos con un 23 % de habitantes que asisten semanalmente a oficios religiosos.

Por otro lado tenemos a un 32 % de la población americana clasificada como "no-religiosa" porque afirman que la religión no es un aspecto importante en sus vidas y que rara vez o nunca asisten a ceremonias sagradas. Y por último, un 28 % de los americanos se autodefinen como moderadamente religiosos, bien por ser creyentes pero no practicantes, bien por asistir a oficios religiosos pero no valorar la religión como un aspecto importante en sus vidas.

Algunos estudios indican que los americanos, concretamente los cristianos protestantes y católicos, son sensiblemente más religiosos que sus homólogos de otros países industrializados con niveles de educación e ingresos comparables (2). Destacan no sólo por la vehemencia de su fe, sino también por ciertas de sus creencias. En 2006, por ejemplo, el
78 % de los estadounidenses creía que la Biblia era la palabra de dios y, aunque el 65 % simpatizaba con las explicaciones científicas, un 42 % rechazaba la teoría de la evolución y se mostraba favorable al creacionismo, afirmando que el ser humano tiene un origen divino desvinculado del resto de homínidos. Aunque existen notables diferencias entre los creyentes de distintas confesiones cristianas, la mayoría cree en la segunda llegada de Cristo y comparte una visión de la naturaleza humana marcada por el pecado original, cuya impronta en el comportamiento humano consideran tan profunda que algunos incluso rechazan la posibilidad de mejorar el mundo a través de las buenas obras. (3)

Esta cosmovisión religioso-moral va más allá de lo estrictamente bíblico. Muchos americanos, incluyendo a no creyentes, perciben la suerte de las personas en el terreno laboral y económico como el resultado de su condición moral. Entre este sector de la población la pobreza, el desempleo o la precariedad son situaciones merecidas, bien por la naturaleza viciosa del individuo que las sufre bien por tratarse de la voluntad divina u otras razones de índole similar. A menudo, las explicaciones científicas de estos fenómenos socio-económicos son etiquetadas como discursos compasivos y exonerantes, que entorpecen la recuperación moral de los pobres, liberándolos del examen de conciencia y el reconocimiento de la propia culpa (4).

El fenómeno del fundamentalismo religioso cobró mayor relevancia política a partir de la década de los 90, momento en que se aprecia un cierto comportamiento electoral unitario que desembocó en la elecciones presidenciales del 2000 con el 68 % de los blancos "religiosos" y "muy religiosos" votando a George W. Bush. Este porcentaje creció hasta el 78 % en la reelección del 2004, marcada por los atentados yihadistas de las Torres Gemelas. Para entonces, el 40 % de los votos para el Partido Republicano procedía de ciudadanos con creencias religiosas ultraortodoxas como las indicadas arriba (5).

Asimismo, según algunos analistas como Garry Wills (6), con la administración Bush aumentó notablemente el peso del fundamentalismo religioso en la gestión política. La lectura de Wills, aunque no compartida por otros, presenta a los protestantes evangélicos como los más beneficiados, hecho que atribuye al reclutamiento por parte de Bush y su equipo de individuos afines a este perfil religioso para ocupar puestos de confianza tanto en el gobierno como en diferentes comités encargados de cuestiones de interés público.
Como también señalaría la Union of Concerned Scientist (UCS), la impronta religiosa del gobierno republicano del momento se manifestó en medidas políticas relativas a distintos ámbitos, desde la política internacional hasta la seguridad, la educación, el medio ambiente o la política sanitaria (7).

En febrero de 2004 esta organización publicó un estudio titulado "Scientific Integrity in Policy Making...", firmado por 62 científicos de los que 20 habían recibido el Premio Nobel. Denunciaban la interferencia de agencias gubernamentales en la investigación científica con la intención de dar un soporte intelectual a sus políticas de corte religioso. La UCS alertaba de la reconfiguración política de los consejos de asesoramiento científico, en los que la administración Bush ubicaba impunemente a un número desproporcionado de especialistas próximos a la ideología gubernamental a expensas de profesionales muy cualificados y de reconocido prestigio, que sistemáticamente eran excluidos de estos órganos. La presión, tanto política como financiera, se concentraba especialmente en ámbitos sensibles para la moral religiosa fomentada desde el poder, tales como la investigación en células madre, el VIH/SIDA, el uso de métodos anticonceptivos o los programas de planificación familiar.


Ramón F (seud.)


Notas

(1) March 2012 Gallup poll on religious behaviour in USA

(2) "Many americans uneasy with mix of religion and politics" in The Pew Forum on Research and Public Life. August 2006.

(3) Russell Mead, W. "God´s Country". Foreign Affairs. 85. 2006.

(4) Goldsmith, S. "La percepción de la pobreza como debilidad moral". Agencia Tigris. 2013.

(5) Russell Mead, W. Op cit.

(6) Wills, G. "A country ruled by faith". The New York Review of Books. November. 2006.

(7) Union of Concerned Scientist. "The A to Z Guide of Political Interference in Science".

                                                    "Scientific Integrity in Policy Making: an Investigation into the Bush                                                               Administration´s Misuse of Science"


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