La Historia prohibida de España. Cuarta entrega: la ignorada epopeya de los refugiados de la Guerra Civil

La Historia de España está repleta de episodios oscuros de los que apenas sí hemos oído hablar. En esta serie de artículos trataremos de mostrar algunos de entre los muchos que tuvieron lugar a lo largo del último siglo.


Refugiados españoles procedentes de Canarias a bordo de "La Elvira".
Esta foto fue tomada a su llegada a un puerto venezolano como
inmigrantes ilegales (Fuente: diario "Agencia Comercial").
       La crisis de los refugiados procedentes de Oriente Medio centra buena parte de las noticias de actualidad que llegan hasta nosotros estos días. Como es bien sabido muchos de estos refugiados huyen del conflicto civil sirio, personas que en otro tiempo llevaron vidas más o menos normales lo han perdido todo y se han visto obligadas a abandonar su hogar. Algunos se han dejado la vida en el intento y otros muchos se han convertido en un problema para los países que los han visto llegar, parias indeseados que son tratados de forma inhumana en no pocas ocasiones. Desde nuestra relativamente acomodada perspectiva, sentirse identificado con estas personas, ponerse en su lugar, parece complicado. Casi sentimos que algo así jamás podría sucedernos a nosotros.
Sin embargo al pensar de esta manera muchas veces ignoramos que la generación de nuestros abuelos (padres en otros casos y bisabuelos entre los más jóvenes) tuvo que pasar por un infierno no muy distinto al de la guerra en Siria. La Guerra Civil Española (1936-1939) obligó a alrededor de 465.000 personas a tomar la vía del exilio (1), vía que para unos 220.000 de ellos se convirtió en algo permanente, pues nunca regresaron a España. Todo y que sabemos que muchos de los que combatieron en el bando republicano, o simplemente decidieron apoyar al que no dejaba de ser el gobierno legítimo derrocado por los golpistas, no tuvieron más remedio que abandonar el país, lo que a menudo ha quedado olvidado es la epopeya que vivieron en el exilio. Inmigración ilegal, campos de concentración, persecuciones, marginación y lucha en la clandestinidad, se combinaron en un relato de sacrificio, sufrimiento y heroísmo que muchos de nosotros desconocemos a día de hoy porque los distintos gobiernos habidos en democracia no lo han sabido honrar debidamente. He aquí algunos episodios de esta epopeya.

El drama del exilio en Francia

       En 1939 la huida a través de los Pirineos se convirtió en la vía de escape más rápida y sencilla para muchos. No pocos eran personas de extracción humilde que emprendieron la marcha en condiciones extremadamente precarias, padeciendo hambre, frío y enfermedad en su trance de atravesar las montañas. Del otro lado esperaba Francia, supuestamente la salvación. No obstante pocos podían imaginar que su pesadilla no había hecho más que comenzar. Todo y que el gobierno republicano en el exilio, con base en París, trató de gestionar la afluencia masiva de refugiados a través del CICIAER (Comité Internacional de Coordination et d’Information pour l’Aide à l’Espagne Républicaine), las autoridades galas pronto de vieron desbordadas. Su solución, recluir a los miles de refugiados que llegaban en campos de concentración (2). Esta descripción puede parecerle extrema a aquellos que desconocen este hecho, más teniendo en cuenta que el gobierno francés de la época estaba presidido por el socialista León Blum, que gobernaba al frente de una coalición izquierdista denominada Frente Popular.

Vista parcial del campo de refugiados Chauvin 3 (Fuente: Asociación
para la Memoria Histórica de Cartagena).
       No obstante Francia también atravesaba por aquellos años un periodo convulso. El duro golpe que supuso la Gran Depresión y la amenazadora sombra de la Alemania nazi se combinaron para desestabilizar el país política y socialmente, en ese sentido la llegada de los exiliados republicanos no ayudaba demasiado. La extrema derecha y los elementos más reaccionarios y xenófobos empezaron a extender el sentimiento de repulsa hacia los refugiados, muchos de ellos analfabetos y sin ningún tipo de formación cualificada, tildándolos de "...seres repulsivos, sucios, fugitivos, desertores e indeseables" (3). Para evitar mayores conflictos el ejecutivo francés decidió tratar a los republicanos españoles que huían de la persecución fascista poco menos que como prisioneros, de ahí la reclusión en campos de concentración. Al cruzar la frontera todos los que llegaban quedaban bajo la vigilancia permanente de la policía y gendarmería francesas y de las tropas coloniales (compuestas fundamentalmente por magrebíes y subsaharianos), que se encargaban de conducirlos a los destinos habilitados a tal efecto. Éstos fueron campos como los de Argelés o Saint Cyprien, llamados eufemísticamente centres d’accueil  (centros de acogida). Pero el hacinamiento y las rudimentarias instalaciones, unidos en ocasiones al maltrato o dejadez por parte de los guardias, hicieron que las condiciones reinantes en estos lugares fueran a menudo infrahumanas. A día de hoy se desconoce la cifra exacta de los que allí murieron víctimas del hambre, la avitaminosis, la sarna, la disentería o el cólera (2).

       Sin embargo aún fue peor para aquellos que quisieron partir rumbo a las colonias francesas del norte de África, como Argelia. Tal y como relata el reputado hispanista Paul Preston (4):

       ...decenas de miles de hombres, mujeres y niños republicanos huyeron de Madrid el 28 de marzo de 1939 perseguidos por los falangistas - y en dirección a Valencia y Alicante -, donde les habían prometido que habría barcos que los llevarían al exilio. En realidad, tal cosa no era posible (...). El barco con más gente era el Stanbrook (...) - al llegar a Orán - las autoridades francesas le negaron el permiso para desembarcar a sus pasajeros - y sólo cedieron - cuando hubo riesgo de enfermedades infecciosas, y finalmente trasladaron a los refugiados a campos de internamiento.

Y aun después de eso los refugiados continuaron llegando al puerto de Valencia, pero los barcos ya no les permitían subir o simplemente dejaron de atracar partiendo a otros destinos (4):

       ...temerosos de que la armada rebelde los interceptara (...). Desesperados, muchos  - de los refugiados - se suicidaron, o tirándose al agua o pegándose un tiro. 

Ni qué decir tiene que, para aquellos que sí lograron desembarcar en Argelia, la situación no fue ni mucho menos mejor. Los campos norteafricanos eran incluso peores que los de la Francia continental, y allí el confinamiento y el trato recibido dejarían también su inevitable saldo de víctimas.

El papel de los exiliados en la lucha contra el nazismo

       Los refugiados que finalmente no fueron devueltos a España parecían condenados a languidecer indefinidamente en los campos, sin embargo todo cambió con el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Ahora los extranjeros acogidos en Francia se vieron obligados por el gobierno a realizar alguna clase de servicio para el país, o bien integrándose en la Compañía de Trabajadores Extranjeros (CTE) para reforzar las líneas defensivas en las fronteras alemana e italiana, o bien formando parte de algún otro regimiento auxiliar de "voluntarios", o bien alistándose en la Legión Extranjera. Todo aquel que se negara a ofrecer alguno de estos servicios, siempre y cuando no hubiera sido contratado por algún particular anteriormente, sería automáticamente deportado. No era una situación ideal, pero al menos suponía una mejora respecto de la anterior.

       No obstante con la derrota en julio de 1940 y la posterior ocupación alemana todo volvió a cambiar. El gobierno colaboracionista de Vichy vio en los elementos más "radicales" del exilio republicano una clara amenaza y emprendió una implacable persecución con el objeto de entregarlos a los ocupantes nazis. Especialmente trágica fue la suerte de aquellos que terminaron en el campo de concentración de Mauthausen, pues de los aproximadamente 7.000 españoles que fueron a parar allí unos 5.000 murieron (2).

       Sin embargo fueron muchos los que lograron escapar y, sumándose al llamamiento realizado por el general Charles De Gaulle en el exilio londinense, pasaron a engrosar las filas de la Resistencia Francesa. Es un hecho poco conocido, pero se calcula que, como los experimentados combatientes antifascistas que eran, alrededor de 60.000 republicanos españoles lucharon en la Resistencia durante la guerra (5). Desde luego se trata de un contingente nada despreciable y, tal y como se ha apuntado, su experiencia previa en la Guerra Civil resultó clave a la hora de organizar células resistentes en distintos puntos del país. Los españoles actuaron en muchas ocasiones como una sección aparte dentro del núcleo de la Resistencia, pero su contribución resultó determinante. Tal y como reconoció en 2009 Denis Peschansky, director del Centro Nacional de Investigación Científica de la República Francesa (5):

        La aportación de los exiliados republicanos españoles a la resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial fue "única" y debería ser reconocida públicamente. A pesar de las condiciones de acogida miserables, muchos se integraron en la resistencia y participaron muy activamente en la liberación de Francia.


Monumento en el Parque de la Victoria de Moscú dedicado
a los españoles caídos en la allí llamada Gran Guerra Patria
(Fuente: Moscú de la Revolución). 
Entre los muchos que participaron en aquella lucha hay figuras destacadas, como Cristino García Grada, considerado en Francia uno de los grandes héroes de la Resistencia por acciones épicas como la Batalla de La Madeleine (agosto de 1944), donde su brigada consiguió bloquear a un contingente de tropas alemanas, o la liberación de los presos de la cárcel de Nimes (6). En 1945, una vez acabada la guerra en Europa, Cristino entró en España de forma clandestina con el objeto de organizar un alzamiento armado contra Franco. Detenido en Madrid el 18 de octubre de ese mismo año, finalmente sería fusilado meses más tarde por "terrorista". Prácticamente olvidado en España en la actualidad, la memoria de este héroe antifascista sigue siendo honrada en Francia.

       Tal fue esta contribución de los exiliados republicanos que tuvieron un papel destacado en uno de los puntos culminantes de la lucha, la liberación de París. El 24 de agosto de 1944 un grupo de blindados semiorugas y tres tanques Sherman irrumpieron por sorpresa en la capital gala. Eran la avanzadilla de las fuerzas aliadas que expulsaron a los alemanes de la ciudad, los primeros en entrar en combate. Los nombres con los que habían sido bautizados algunos de esos vehículos, "Guernica", "Brunete", "Madrid" o "Ebro", decían mucho de quienes los conducían. Los miembros de la Novena Compañía de la II División Blindada del general Leclerc (conocida como La Nueve), la mayor parte de ellos republicanos y antifascistas españoles (7). No fue hasta 2012 que el actual presidente de la República, François Hollande, les rindió el debido homenaje. En la actualidad una modesta placa a orillas del Sena es el único recuerdo que permanece en París de dicha gesta.

       Y aún hubo más escenarios de la Segunda Guerra Mundial en donde los exiliados estuvieron presentes, en no pocas ocasiones en primera línea. Alrededor de un millar de ellos luchó contra los alemanes integrado en las fuerzas del Ejército Rojo de la Unión Soviética entre 1941 y 1945. Participaron en escenarios tan destacados como la defensa de Moscú, las operaciones de guerrilla en Ucrania o las batallas en Leningrado y Stalingrado (8). Fueron más de doscientos los que murieron en combate y un monumento los recuerda hoy en el conocido como Parque de la Victoria en Moscú.

Un refugio en Latinoamérica

       Todo y que por cuestiones de mera proximidad la gran mayoría de los que huyeron al final de la Guerra Civil lo hicieron hacia Francia, no fueron pocos los que trataron cruzar el océano para buscar un refugio más seguro en arriesgado viaje. Latinoamérica era un destino especialmente deseable, estaba lejos de todo y los lazos culturales y de hermandad que la unían a la antigua metrópoli facilitarían mucho las cosas a los expatriados. Algunos de los países que acogieron a los republicanos españoles fueron Cuba, Venezuela, Argentina, Chile y, muy especialmente, México.

       Entre las muchas historias trágicas y épicas del exilio hacia las Américas, destaca como representativa de lo que fue todo aquello la de los refugiados del velero "La Elvira". A pesar de que los hechos tuvieron lugar ya en 1949, muestran a la perfección la deplorable situación de miseria y opresión en la que vivían muchas personas en la España franquista. Los 106 protagonistas de esta historia huyeron de Canarias con la Guardia Civil pisándoles los talones y, después de alejarse de las costas de Fuerteventura a bordo de falúas (tal cual si fueran inmigrantes subsaharianos de la actualidad tratando de cruzar el Estrecho), lograron embarcar en el citado velero. Después de 36 días de travesía, en los que sufrieron el azote de la malnutrición, la falta de higiene, la enfermedad y los parásitos, alcanzaron finalmente el puerto venezolano de Carúpano. Eran a todos los efectos inmigrantes ilegales y, como recuerda Tomás Bárbulo, periodista que rescató esta historia del olvido (9):

Tinta sobre papel que rememora la acogida
mejicana al exilio republicano en la Fundación
Lázaro Cárdenas (Fuente: Wikipedia).
        Cuando aquellas 106 personas desembarcaron en Latinoamérica, España estaba hundida en la miseria y machacada por la represión franquista, mientras que Venezuela era una nación emergente. Aunque la diferencia entre ambos Estados era menor de la que hoy existe, por ejemplo, entre Nigeria y nuestro país, los españoles experimentaban el mismo efecto salida que empuja a los inmigrantes subsaharianos (...).     

Y a pesar de todo fueron finalmente acogidos y tratados como inmigrantes voluntarios, pudiendo empezar una nueva vida lejos de su hogar. Dicha acogida fue especialmente cálida en México. En julio de 1940 el presidente del país, Lázaro Cárdenas, se ofreció a "acoger a todos los refugiados españoles que en ese momento había en Francia", si bien la subida al poder del gobierno de Vichy impidió que aquella campaña llegara a buen puerto. Pero iniciativas similares ya habían tenido lugar durante la Guerra Civil, pues México acogió temporalmente a cerca de medio millar de niños procedentes de la España republicana. No todos eran huérfanos y se ha constatado que algunos fueron trasladados sin el consentimiento de sus familias.

       Incidentes menores aparte, lo cierto es que México se volcó con los exiliados republicanos, a diferencia de lo que ocurrió, por ejemplo, en Francia. En total el país latinoamericano recibió a entre 20.000 y 24.000 refugiados, gentes de toda condición, desde políticos, intelectuales y destacados científicos (como León Felipe, María Zambrano, Luis Cernuda, Carlos Bosch u Óscar de Buen entre otros), hasta humildes campesinos (9). A todo esto ayudó obviamente la actitud del presidente Lázaro Cárdenas, único dirigente mundial que en todo momento mostró su apoyo y simpatía incondicionales hacia la República Española. Resulta cuanto menos curioso que esta historia de solidaridad entre dos naciones hermanas haya quedado progresivamente enterrada en el olvido, sobre todo por la parte española. En su día México ofreció refugio y protección a gentes perseguidas que no tuvieron más remedio que huir de la barbarie fascista, algunos de ellos la élite intelectual de España. Allí dejaron un indeleble legado cultural que todavía hoy es recordado (10). Una perfecta demostración de que la inmigración, incluso la que se produce fruto del caos generado por un conflicto armado, también puede enriquecer a los países que la acogen. Algo que está muy lejos de las llamadas alarmistas que predominan en su contra en nuestros días. Como se puede comprobar la Historia puede tener innumerables giros insospechados y los exiliados de hoy pueden convertirse en los samaritanos del futuro.

N.S.B.L.D
                      

(1) La voz de los vencidos: el exilio republicano de 1939. Alicia Alted (Editorial Aguilar. 2005).
(2) 1939. El éxodo republicano (e-xiliad@s).
(3) Exils et migration. Italiens et espagnols en France. 1938-1946. Milza, Pierre et Peschanschi, Denis (Éditions L’Harmattan. 1994).
(4) El holocausto español. Paul Preston (Editorial Debate. 2011).
(5) Republicanos españoles en la Resistencia Francesa (Antón Saavedra).
(6) La Batalla de La Madeleine y el final de Cristino García Grada (Holocausto en español).
(7) Los españoles que liberaron París, silenciados y olvidados en Francia (El confidencial).
(8) Heroísmo español en Rusia. Roque Serna Martínez (1981).
(9) Cuando los refugiados éramos nosotros (El País. Verne).
(10) El crítico Antonio Alatorre subraya los invaluables aportes del exilio español (La Jornada).

Otras entregas de esta serie:

La Historia prohibida de España. Primera entrega: las miserias de la Guerra de Marruecos.
La Historia prohibida de España. Segunda entrega: los religiosos represaliados por el franquismo.
La Historia prohibida de España. Tercera entrega: la dictadura y el IBEX 35.


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