La Historia prohibida de España. Sexta entrega: Franco, el caudillo corrupto

La Historia de España está repleta de episodios oscuros de los que apenas sí hemos oído hablar. En esta serie de artículos trataremos de mostrar algunos de entre los muchos que tuvieron lugar a lo largo del último siglo.


En la imagen una fotografía del dictador retratándose junto a
toda su familia.
     ¿Qué podemos decir a día de hoy acerca del general y dictador Francisco Franco Bahamonde? Es tanto lo que se ha escrito y dicho acerca de él, tantos los libros, los ensayos, artículos periodísticos, novelas, documentales e incluso películas que giran en torno a su figura, que ya está todo prácticamente dicho. La sombra de su régimen se sigue proyectando sobre nosotros, por mucho que desde ciertas plataformas se pretenda con denodada insistencia hacernos creer lo contrario. La iconografía franquista pervive todavía en no pocos lugares e incluso en ciertas manifestaciones culturales, su huella es profunda. Esto último es especialmente cierto cuando hablamos de los mitos que siguen envolviendo a la figura de Franco y que, a fuerza de tantos años de propaganda, el imaginario colectivo considera como verdades casi incuestionables. Fue un militar brillante, el general más joven de Europa en su momento, cuya genialidad estratégica ayudo a decantar la contienda del bando "nacional". España no entró en la Segunda Guerra Mundial porque Franco no quiso y su intuición al respecto nos salvó del desastre. A pesar de su gobierno marcadamente autoritario se preocupaba realmente por el bienestar de todos los españoles y por ello acometió decididamente las reformas que modernizaron el país. Era un hombre austero y trabajador que predicaba con el ejemplo. Y así un largo etcétera.

       Todo líder iluminado que se cree elegido por designio divino y cuya mesiánica tarea consiste en salvar a su patria de algún mal funesto, necesita crear en torno a sí un áurea mitológica destinada a pregonar su infalibilidad y sus numerosas virtudes personales ¿Cómo si no logró su objetivo y se convirtió en alguien admirado y recordado por tantos? La figura de Franco responde muy bien a este perfil. Son múltiples los trabajos que estudiosos e historiadores han compilado para desmontar todos los aspectos del mito, centrándose muchos de ellos en la extrema brutalidad del régimen y en la discutible genialidad militar del Caudillo, pues las razones de su victoria en la guerra fueron otras (ver, por ejemplo, la entrada de este blog La Guerra Civil. Una lectura financiera). Sin embargo el presente artículo pretende centrarse en uno de los aspectos más perdurables del mito, la supuesta honradez y estoicismo del dictador. Un hombre sencillo, disciplinado y austero, como todo buen militar, que evitaba los lujos y las manifestaciones ostentosas y que, por supuesto, vivió honradamente sin aprovecharse apenas de su privilegiadísima posición para enriquecerse de forma ilícita. Un análisis de sus actuaciones al respecto demuestra a las claras que este mito no se sostiene por ningún lado.

La Guerra Civil. Una oportunidad para enriquecerse

       En 1935, un año antes de iniciarse el llamado "Alzamiento Nacional", la nómina del general Francisco Franco ascendía a 2.493 pesetas (no estaba nada mal para la época). Hacia 1940, ya como jefe del Estado, su sueldo declarado era de unas 50.000 pesetas mensuales. En vista de todo esto resulta difícil explicar cómo, al acabar la guerra, la fortuna personal del dictador rondaba ya los 388 millones de pesetas ¿De dónde salió todo este dinero? El historiador Ángel Viñas desvela en un libro de reciente publicación, titulado La otra cara del Caudillo (Crítica, 2015), como una parte de dicha fortuna se fue amasando a través de mordidas que, a lo largo de cuatro años, fue efectuando Franco a las numerosas aportaciones dinerarias, tanto nacionales como internacionales, que recibió la causa de los golpistas (1). En palabras del propio Viñas, "Franco se consideraba el Estado. España necesitaba dinero y se apropió de él". Así de simple. Una vez erigido en líder supremo de la sublevación, a la que invistió de un carácter de "sagrada Cruzada", ¿quién se lo iba a impedir? Más sabiendo que aquellos que se mantuvieron leales obtendrían después sus respectivas prebendas. De hecho el dictador utilizaba la corrupción para controlar a sus colaboradores, muchos de ellos se enriquecieron también durante la guerra y los años posteriores y, desde su posición de poder, Franco los chantajeaba cuando lo consideraba conveniente conocedor de sus actividades ilícitas (2).

      La "costumbre" de ejecutar mordidas en las donaciones recibidas por el régimen se inauguró en tiempos de la Guerra Civil y se mantuvo, bajo diferentes formas, más o menos hasta finales de la década de los cincuenta. Uno de los casos más escandalosos estuvo relacionado con la entrega de 600 toneladas de café al bando "nacional" hacia el final de la contienda, un regalo del dictador brasileño Getúlio Vargas al Estado Español. Pues bien, Franco no tuvo el menor reparo a la hora de desviar tan inmenso donativo a sus cuentas personales a través de la Comisaría de Abastecimiento y Trasportes, con lo que terminó embolsándose en la operación la friolera de 7,5 millones de pesetas de la época (1). Durante los primeros años de dictadura, con la mayor parte de la población padeciendo espantosas privaciones, El Pardo (la residencia oficial del tirano) se convirtió en algo así como el centro de un "holding" empresarial corrupto que desviaba cuanto podía a las arcas privadas de Franco y sus allegados.

La corrupción en el ADN del régimen

      Como hemos podido comprobar el régimen nació corrompido por unos hábitos en absoluto lícitos, todo lo contrario de lo que se nos ha venido diciendo durante largos años. La corrupción sistémica fue algo inherente a su naturaleza, particularidad que fue heredada por las clases dirigentes ya en tiempos de la Democracia. No obstante con el tiempo las prácticas fueron variando, haciéndose más sofisticadas, instaurando las actividades corruptas como algo más que habitual entre las élites políticas y económicas de la dictadura.

      Aparte del expolio a los vencidos en la Guerra Civil institucionalizado en la Ley de Responsabilidades Políticas, una manera de despojar de su patrimonio a los republicanos que lo conservaban, tenemos todo el entramado y las estrechas relaciones que la cúpula del régimen mantenía con el gran empresariado del país. Unos y otros se necesitaban para mantener el statu quo que tanto les favorecía, los empresarios para obtener protección y privilegios, Franco y sus colaboradores para seguir enriqueciéndose y contar con apoyos para conservar el poder. Ejemplos de "donaciones" efectuadas por diferentes empresas al dictador hay muchos (3). Un cheque por valor de 100.000 pesetas donado por Minero Siderúrgica de Ponferrada y liquidado a través del Banco de España. Una aportación de 10.000 pesetas mensuales, que se mantuvo incluso después de la guerra, efectuada por Compañía Telefónica Nacional de España (la llamada "Suscripción Nacional"). Los ingresos periódicos que también recibía de la editorial Espasa Calpe, uno de los mayores tuvo lugar en octubre de 1946 y ascendió a casi 40.000 pesetas (estas operaciones normalmente se disfrazaban como beneficios obtenidos por la venta de libros y otras actividades culturales). Aportaciones procedentes del extranjero que, ya en 1946, se seguían recibiendo como soporte a los esfuerzos de guerra (que había acabado siete años antes) y que ese año ascendieron a 1,6 millones de pesetas. E incluso las inversiones que los Franco tenían en bonos de la Compañía Hispanoamericana de Electricidad (Chade), que construyó los primeros pantanos erigidos en tiempos de la dictadura. De hecho Chade era en los años cuarenta la tercera empresa más grande del país, pero en 1948 fue intervenida y disuelta por el régimen en circunstancias un tanto sospechosas.

Resultado de imagen de pazo de meiras
Arriba una fotografía del pazo de Meirás (La Coruña),
una de las posesiones más conocidas del clan Franco
y que fue uno de los muchos "regalos" recibidos por el
dictador. 
       Todos estas prácticas crearon un clima entre las altas esferas políticas y económicas del régimen en el que constantemente se confundían los intereses públicos con los privados (1). Para el dictador y su entorno ambas cosas eran lo mismo, lo que ayudó a preservar una cultura de clientelismo en la que se favorecía y privilegiaba a los afines al régimen en las adjudicaciones de obra pública y en la propia política económica impulsada por el Estado, se aceptaban sin el menor reparo donaciones y ostentosos regalos que no eran más que sobornos y se cerraban suculentos negocios e importantes acuerdos económicos en petit comité, como por ejemplo exclusivas cacerías en fincas privadas a las que asistía el Caudillo acompañado de amigos y colaboradores y donde se decidían los destinos del país. En el sentido más caciquil de la palabra, Franco consideraba España casi como su hacienda particular. Como salvador de la patria podía hacer lo que se le antojara, así que desviar fondos públicos a su patrimonio particular era una práctica que se realizaba con toda naturalidad aunque, eso sí, de espaldas a la empobrecida población. El mito del líder honrado y austero debía mantenerse.

       De esta manera Franco y su familia acrecentaron espectacularmente su patrimonio durante los cuarenta años de dictadura. Dicho patrimonio incluía numerosas posesiones que fueron recibidas a modo de obsequios por diferentes motivos. Bien como muestra de admiración o gratitud, bien para ganarse el favor del tirano o bien para evitar problemas. La residencia palaciega del pazo de Meirás (en la provincia de La Coruña) es posiblemente el más conocido de todos estos obsequios. Pero hay otros muchos. La Casa Cornide (también en La Coruña), el Palacio del Canto del Pico (Torrelodones), una parcela en la colonia El Bosque (Pozuelo de Alarcón), la finca Cerca de los Monteros (Marbella) o extensos campos de olivares en Mancha Real en Jaén (4). Y esto son sólo las propiedades inmobiliarias que se fueron atesorando a lo largo de los años, ya que hubo muchos otros regalos: coches lujosos, abrigos de pieles, antigüedades, joyas, obras de arte, etc. Recuerdo que mis padres contaban historias acerca de las visitas periódicas que Franco y su mujer realizaban a su ciudad natal, en las que el dictador gustaba de darse baños de multitudes y dejarse ver en compañía de trabajadores y humildes comerciantes en controlados actos propagandísticos. Se decía que los joyeros de la ciudad temían especialmente la visita de doña Carmen Polo de Franco, ya que al entrar en su establecimiento siempre ponía sus ojos en el collar o la joya más espectacular que se exhibía y, claro está, el joyero no tenía otro remedio que regalársela asumiendo las pérdidas. Todo y que simples anécdotas, muestran muy bien lo asumida que el dictador y los suyos tenían su condición. Nadie les llevaba la contraria, nada se les resistía y casi era obligación de todos los españoles obsequiarles como muestra de agradecimiento.

El clan Franco. Una fortuna que prevalece y se amplia

      Con la muerte del dictador en noviembre de 1975 y la posterior instauración de la democracia, podríamos pensar que la situación se normalizó y la familia Franco dejó de disfrutar de una posición privilegiada, de manera tal que hubo de responder por sus actividades pasadas y se investigó exhaustivamente, cuando no se procedió a expropiar, todo su patrimonio y la manera en que fue adquirido. Nuevamente nada más lejos de la realidad. La viuda del dictador recibió una pensión hasta su muerte que era superior al sueldo que percibieron como presidentes del gobierno Adolfo Suárez y Felipe González, mientras que su hija y el esposo de esta gozaron de pasaporte diplomático para viajar por todo el mundo hasta 1986 (5). Por si esto fuera poco el rey Juan Carlos I les obsequió con un título nobiliario, el ducado de Franco. Hacienda no investigó su patrimonio, no hubo rendición de cuentas, tampoco confiscaciones ni procesos judiciales. Nada. El Estado se ocupó de blindar el estatus privilegiado del clan Franco y algunos de sus miembros, como Carmen Martínez Bordiu, pasaron a ser conocidos personajes de la jet set habituales de la prensa rosa, aprovechando esa circunstancia para continuar haciendo caja. Apenas existen precedentes así en la Historia contemporánea y en otros países. Hasta la familia de Pinochet en Chile fue investigada y procesada en 2007 por malversación de fondos.

      Gracias a todo esto la familia del dictador ha mantenido intactos su patrimonio y posición. Ninguno de sus miembros se ha caracterizado por ser un auténtico as en el mundo de los negocios, pero partiendo desde su ventajosa situación han sabido sacar provecho realizando ventas de algunas de sus propiedades e introduciéndose en el mercado inmobiliario, lo cual les ha permitido acrecentar su fortuna. Basta comentar que, en 1988, el clan obtuvo más de 300 millones de pesetas por la venta del Palacio del Canto del Pico (4). Operaciones como esta han sido una constante y se han entremezclado con las actividades inmobiliarias, encauzadas más tarde a través de una sociedad llamada Filoasa que fue creada en 2002. Pero esta entidad sería tan solo la punta del iceberg de todo un holding empresarial con intereses diversos y una contabilidad a menudo no demasiado clara; las viajas costumbres tardan en desaparecer. Ahí tenemos otras empresas participadas por Filoasa, como Cauce, Apartamentos Atocha, Proazca y Promociones del Suroeste (4), así como sociedades como Premohi, dedicada a la importación y exportación de productos cárnicos. Como se puede comprobar el entramado es muy extenso y resulta complicado seguir la pista de sus derivaciones.

       Sabiendo todo esto, ¿a cuánto asciende la fortuna del clan Franco? Incluso a día de hoy resulta complicado estimarla. El periodista Mariano Sánchez Soler (5) la ha investigado recogiendo los datos en su libro Los Franco S.A (Editorial Oberon, 2007). Según sus estimaciones el patrimonio familiar ascendería a entre 500 y 600 millones de euros (cifras de 2007). Sin embargo hay que tener en cuenta que los Franco no son una unidad monolítica. Cada miembro tiene sus propios intereses, participa en otros negocios con terceras personas y las ramificaciones familiares tejen una red demasiado extensa y compleja como para abordarla con sencillez.

       ¿Qué conclusiones podemos sacar para finalizar? La primera es que organizar un golpe de Estado que condujo a un atroz derramamiento de sangre, dejar un saldo de varios centenares de miles de represaliados y exiliados y estar al frente de uno de los regímenes más represivos de la Europa del siglo XX, resultó ser un negocio extraordinariamente lucrativo para Franco. Difícil encontrar mejor forma para enriquecerse sin medida ni miramientos. La segunda es que, a pesar de las numerosas evidencias de lo ilícito de dicho enriquecimiento, la actual descendencia del dictador no ha tenido que responder por nada, preservando e incluso ampliando su patrimonio sin impedimentos. Es más, da la impresión que el Estado tendió una alfombra roja a sus pies para preservar unos privilegios nacidos de la corrupción y los horrores de un régimen totalitario. Como conclusión final todo esto no es más que otra muestra de la anormalidad de España en el marco del occidente europeo, pues en otros países de nuestro entorno resultaría impensable que cosas así sucedieran. Una vez más comprobamos que el régimen no murió cuando el tirano lo hizo en la cama, tan solo se transformó acomodándose a una imagen más aceptable para el exterior. Eso, probablemente, baste para explicar muchas cosas, incluso los innumerables casos de corrupción que a día de hoy salpican aquellos que podemos considerar como los herederos políticos de la dictadura.

 
Artículo escrito por: El Segador



(1) Franco acumuló una fortuna de 400 millones gracias a su entramado corrupto (desmemoria).
(2) Preston: Franco utilizaba la corrupción para controlar a sus colaboradores (eldiario.es).
(3) La relación de Franco con la corrupción (Tiempo).
(4) La fortuna de los Franco: la familia tiene un patrimonio de 500 millones (elEconomista).
(5) Una, grande y rica (El País).


Otras entregas de esta serie:

La Historia prohibida de España. Primera entrega: las miserias de la Guerra de Marruecos.
La Historia prohibida de España. Segunda entrega: los religiosos represaliados por el franquismo.
La Historia prohibida de España. Tercera entrega: la dictadura y el IBEX 35.
La Historia prohibida de España. Cuarta entrega: la ignorada epopeya de los refugiados de la Guerra Civil.
La Historia prohibida de España. Quinta entrega: guerra sucia en Euskadi.


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