Jaque a la democracia

Por mucho que los medios de comunicación del régimen se esfuercen en introducir con calzador una versión insostenible, han caído todas las caretas de este gobierno frente al mundo. El independentismo catalán podría terminar ganando la partida por jaque mate y no precisamente por méritos propios.


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- BBC: "Represión policial".
- The Guardian: "Impactante violencia policial".
- La Stampa: "Secuestro de las urnas".
- Le Monde: "Violencia injustificada".
- CNN: "La vergüenza de Europa".
- The independent: "España, el día de la vergüenza".


     No me importa lo más mínimo lo que digan o vayan a decir los medios del "bando nacional" adeptos al régimen, que son casi todos en este país. Si antes ya apenas sí me detenía a prestarles atención ahora pienso ignorarlos por completo, a sus titulares vergonzosamente manipulados y también por supuesto a sus lamentables voceros. El referéndum convocado el pasado domingo en Cataluña era ilegal, no cumplía ninguno de los estándares exigibles a este tipo de procesos y carecía por completo de cualquier reconocimiento internacional. No era más que una farsa que no conducía a ninguna parte. Se puede decir también que el señor Puigdemont, los demás miembros de su equipo de gobierno del PDeCat y sus socios anticapitalistas de la CUP son unos impresentables y unos irresponsables, por haber iniciado un proceso de secesión de manera unilateral y rompiendo todo el consenso, al tiempo que se saltaban a la torera la legalidad. Todo eso es cierto en mayor o menor medida y bastaba para ilegitimar la consulta del 1-O. En el exterior nadie le hubiera prestado la menor atención y, por supuesto, nadie habría reconocido sus resultados.

     Pero el independentismo catalán es sólo una parte del problema y muncho me temo que no la mayor. Porque aquí el principal problema es el gobierno mafioso, corrupto y autoritario de los neofranquistas del PP. Seguramente no pueden evitar ser tan fachas, si los llevas un poco al límite, tal y como han hecho en Cataluña, su careta de pseudodemócratas se les cae a las primeras de cambio. Sólo hubiera bastado dejar que se ejecutara la farsa, impidiendo eso sí desórdenes injustificados, y luego en todo caso sancionar o iniciar el correspondiente procedimiento penal contra los responsables de la misma. Habría sido una clara demostración de eso que César Millán, el archifamoso y televisivo adiestrador canino, llama "una energía tranquila y firme" para afrontar los problemas. Pero no, viendo como "su España" (que no la de muchos de nosotros) corría peligro de romperse, perdieron los papeles. Entonces vino el acto final y más lamentable de todo el esperpento. Un sobredimensionado despliegue policial acudiendo a tierras catalanas a bordo del crucero de Piolín, grupos de españolitos envueltos en banderas rojigualdas despidiendo a los efectivos de la benemérita al grito de "¡A por ellos, oé!" y el facherío viniéndose arriba en las redes sociales porque "después de los catalanes habría que ir a por los homosexuales" (¡y qué orgullo de ser español, coño!). Y al final ocurrió lo que nos ha avergonzado a tantos, se veía venir pero aún así mantuvimos la vana esperanza de que primaría el sentido común. El 1 de octubre de 2017 fue el día en que las fuerzas del orden se convirtieron en las fuerzas del caos y su injustificable actuación abrió una fractura social todavía más grande. Porque, como miembros de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, su obligación tendría que haber sido evitar la violencia, no provocarla.

    Ver a maderos y picoletos aporrear y agredir sin miramientos a ciudadanos desarmados que, por mucho que fuera ilegal, estaban ejerciendo una opción de manera ciertamente cívica. Ver cómo usaban pelotas de goma (prohibidas en Cataluña) y gases lacrimógenos contra manifestantes que lo único que querían era meter un papelito en una urna, ha legitimado a ojos del mundo lo que era ilegítimo. Brutalidad y fuerza violenta frente a personas que reclamaban un derecho. El Gobierno y todos los españolitos que dicen serle fieles podrán seguir metidos en su burbuja, auto engañándose mientras siguen viendo los apestosos noticiarios de TVE (que avergüenzan incluso a no pocos periodistas que allí trabajan) y otros medios de la misma calaña. Los titulares de la prensa internacional que muestro al principio, y eso sólo es un botón de muestra, han sido la verdadera imagen que hemos dado en el exterior. La Marca España es ahora una brecha en la cabeza producida por un porrazo o un moretón en las costillas de una pelota de goma. Los neofranquistas corruptos del PP se han puesto en jaque a sí mismos frente al independentismo catalán. Tenían la partida casi ganada ante la comunidad internacional y ahora corren peligro de perderla. Y merecen perder porque lo que el mundo ha visto es una auténtica vergüenza, ya que de repente han atisbado cómo es realmente la gentuza que nos gobierna. Más de 800 heridos lo atestiguan y resulta imposible ocultar eso, como ya no pueden hacer nada para impedir que las imágenes de la violencia policial sigan circulando por todas partes.

    No sirve como excusa escudarse en la ilegalidad del referéndum. En primer lugar porque la brutal intervención policial sólo consiguió impedirlo en parte y finalmente unos dos millones de personas lograron participar, que no son precisamente pocas ¿Dónde está entonces el puñetero éxito de semejante operación? En segundo lugar porque ese escrupuloso legalismo no se aplica en otras ocasiones. No se aplicó por ejemplo el pasado 25 de septiembre en Zaragoza, cuando una concentración ultraderechista no autorizada puso cerco a la asamblea de Unidos Podemos en el pabellón siglo XXI (ver esta noticia en eldiario.es). Por cierto, un cargo del PP en Aragón (José Luis Benítez Izuel) participó en la misma y la presidenta de las Cortes aragonesas recibió un botellazo al aproximarse a los manifestantes allí concentrados ilegalmente. Para que luego esa misma gente nos dé lecciones acerca de respetar la Ley. Tampoco vale escudarse en el hecho de que, en los momentos de máxima tensión, algunos agentes de la ley fueran agredidos por grupos de exaltados y sufrieran lesiones de diversa consideración. Fueron comedidos en su actuación, insisten los mamporreros del régimen, ya que si no se habrían liado a tiros y asunto resuelto. Desde esa misma óptica el comportamiento de las personas que defendían los colegios electorales también fue exquisito. De lo contrario habrían recibido a policías y guardias civiles con una lluvia de cócteles molotov o incluso se las habrían arreglado para ocultar bombas trampa en el interior de las urnas que iban a ser requisadas. Aquel que únicamente busca hacer el mayor daño posible termina haciéndolo de una u otra forma y ese no fue el caso el pasado domingo. En este caso la gran diferencia estriba en que la responsabilidad de los agentes de la ley es mucho mayor, ya que precisamente por eso el resto de la sociedad les confía armas que pueden ser letales. Es su deber usarlas de manera proporcionada y en las circunstancias adecuadas.

    Así que, jaque mate, esta vez la cagada ha sido monumental y el mundo entero lo ha visto. No estamos en el 36 y ahora ni Hitler ni Mussolini acudirán al rescate de la caverna españolista. Y por si todavía no os habéis dado cuenta el Caudillo lleva más de 40 años muerto y dudo bastante que vaya a volver. Puigdemont y compañía pueden ser unos malvados de la hostia y todo lo que queráis, pero hasta hace cuatro días no los conocía casi nadie más allá de los Pirineos. Ahora, gracias a la brillante actuación del Gobierno, están empezando a despertar simpatías allende nuestras fronteras. Podéis ignorarlo una y mil veces en vuestros medios de intoxicación, puede joder un montón, pero ésa es la puñetera verdad. Si alguien como la escritora J. K. Rowling se hace eco de lo sucedido cargando contra la actuación policial en Cataluña (ver esta noticia en La Vanguardia) es que la cosa puede alcanzar una dimensión insospechada. Los españolitos podrán consolarse pensando en que "sólo es la tía de Harry Potter", nada más y nada menos que la creadora de una saga de novelas, y luego de películas, que han alcanzado un extraordinario éxito y con millones de seguidores en todo el mundo. Y toda esa gente jamás leerá el ABC o se informará a través de los telediarios de La Primera, así que puede terminar formando sus opiniones acerca de lo que aquí pasa en base a lo que dice la gente que admiran. Quien no quiera ver el problema que no lo vea, porque esta señora no ha sido la única en manifestarse de esta manera.

    ¿Cómo vamos a solucionar todo este embrollo que amenaza con fracturar a toda la sociedad española en su conjunto? No podemos esperar nada de Rajoy y sus secuaces, ya hemos visto cómo se las gastan y lo único que están haciendo es echar más gasolina al incendio. Si el gobierno de la Generalitat y sus socios se están comportando de forma irresponsable, lo del PP ya no tiene nombre. Y visto lo visto tampoco podemos esperar lo más mínimo de nuestro monarca Felipe VI "el preparao", que ocupa su cargo a nuestra costa y por ser hijo de quien es ¿Qué es lo que pretendía con el discursito que nos soltó, que lo asociáramos con el hizo su padre la madrugada del 23-F para así identificar lo que está pasando con un golpe de Estado? No cuela ni de lejos. Criminalizar a Puigdemont y compañía no servirá de nada ni tampoco va a mejorar la situación, únicamente la empeorará. Porque una y otra vez, de manera inconsciente o deliberada (lo que es infinitamente peor), están ignorando y despreciando la verdadera raíz del problema. No se trata de los políticos catalanes o de su gobierno autonómico, que muestran una "deslealtad inadmisible" y generan odio y división, nunca se ha tratado de eso. Se trata de una reclamación de una parte muy importante de la sociedad catalana, una reivindicación histórica que nace desde abajo y que se ha exacerbado ante la actitud intransigente y autoritaria de quienes están en Madrid. Tanto que se ha llegado a una situación de divorcio. Pueden estar errando en los métodos, haber cometido graves equivocaciones y dejado su gobierno en manos de una gente que quizá no sea trigo limpio. Pero eso sigue sin cambiar nada, porque están en su derecho a reclamar lo que reclaman. Una persona infligiendo la Ley no supone ningún problema, si son uno o dos centenares la cosa es más complicada, pero aun así todos tenemos muy claro cómo se debe actuar. Pero cuando esa desobediencia se extiende a dos millones y medio de personas como mínimo (decenas de miles arriba, decenas de miles abajo) deberíamos plantearnos si esa Ley ya no nos resulta útil para garantizar la paz y la convivencia. Cambiarla seguramente será lo mejor.

     ¿Qué no está pidiendo toda esa gente desde Cataluña? Ni que estuvieran reclamando sacrificar recién nacidos en ritos satánicos o llevar a campos de exterminio a todos aquellos que no hablan catalán. Lo único que quieren es que se les permita decidir su futuro, todo lo demás es un conflicto que se ha ido alimentando artificialmente, enquistando posiciones y retroalimentando el radicalismo de unos y otros. Porque sí, todos esos españolitos que salían a despedir entre vítores a la guardia civil, los que cuelgan banderas rojigualdas en sus balcones sin venir a cuento e incendian las redes sociales con sus comentarios contra los catalanes, también son unos nacionalistas radicales. Dicen defender la democracia pero mucho me temo que no tienen ni puta idea de lo que es eso. Democracia es respetar las opiniones de los demás y, si son mayoritarias, aceptarlas deportivamente, no imponer tu criterio a hostias. Porque una ley que no permite salida alguna a determinadas opciones y sólo las reprime, degenera en totalitaria aunque inicialmente no lo fuera. Tal y como están las cosas tal vez necesitemos mediación internacional para resolver este conflicto, algunos tímidos movimientos hay ya al respecto (ver esta noticia de Público). Eso es lo que han conseguido entre unos y otros, demostrarle al mundo que, posiblemente, los españoles somos incapaces de resolver nuestros propios problemas y necesitamos ayuda externa para hacerlo.



 
El último de la clase

       

 

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